domingo, 30 de diciembre de 2007

Familias numerosas: heroínas invisibles (artículo ABC)


POR M. J. PÉREZ-BARCO
MADRID. Las familias numerosas se sienten invisibles, discriminadas, minusvaloradas, al menos en su dimensión social, aunque cada uno individualmente reconozca su mérito y esfuerzo. La desprotección a la que se ven sometidas por parte del Estado y las diferentes administraciones también les duele. Pero siguen adelante. Y hoy buena parte de ellas saldrán a la calle, al macroencuentro que tendrá lugar en Colón, para celebrar que existen y disfrutan de su propia identidad.
Ya no son tantas como eran, pero no pierden su camino. La sociedad española ha cambiado hasta tal extremo que lo que hace treinta y cinco años suponía una forma habitual de convivencia y un proyecto de vida, ahora se ha convertido en un fenómeno que, cuando menos, causa gran sorpresa. Ya no resulta frecuente tener tres o más hijos. Son muchas más las parejas (en concreto, más de seis millones) que se deciden sólo por uno o dos vástagos.
En segunda fila
Por tanto, las familias numerosas han pasado a ocupar un segundo plano. Hoy día suman 572.932, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). No obstante, existen otros 700.000 hogares donde viven tres o más hijos, aunque no ostente el título de familia numerosa por diversos motivos.
Pero no fue siempre así. En 1970, más de dos millones de matrimonios optaron por una densa prole. En el censo de aquel año incluso se catalogaban las familias de diez hijos, por entonces 53.178. Hoy el INE ni siquiera aporta ese dato, sino que habla de los hogares a partir de cinco hijos o más, y en total no llegan a 40.000.
La incorporación de la mujer al mundo laboral ha tenido mucho que ver. Se trata de un arma de doble filo, como explica la presidenta de la Federación Nacional de Familias Numerosas, Eva Holgado, porque eso ha supuesto que «a la mujer no se le deje elegir entre cuidar o no de sus hijos. Socialmente se la apoya para trabajar fuera de casa, pero no se la respalda económicamente cuando necesita tiempo para cuidar de sus hijos». Además, aporta otra reflexión: «Una madre de familia que atiende en casa a sus hijos ahorra muchos costes al Estado».
Por eso, desde esta organización se defiende la conciliación de la vida laboral y familiar como la gran apuesta de futuro. Las mujeres quieren tener más hijos. «Y se precisa de una conciliación real -insiste Holgado-. Medidas como la reducción de jornada suponen un quebranto económico para muchas familias».
Y es que llegar a final de mes para estos hogares no resulta tarea fácil. Las ayudas que ha puesto en marcha el Gobierno de poco sirven. «Todas las prestaciones económicas están sujetas a límites de renta bajísimos y se conceden a familias que rayan la pobreza. Otras muchas no pueden acceder a ellas, porque gozan de mayores ingresos, pero es que también tienen cuatro o cinco hijos y, por tanto, la renta se distribuye entre mayor número de personas. Es imprescindible que las ayudas se gestionen teniendo en cuenta el número de miembros que integran cada familia», aduce la presidenta de la Federación.
No le falta razón. El ejemplo más inmediato es el famoso «cheque bebé». Las familias reciben 2.500 euros por el nacimiento de un hijo, cantidad que aumenta a 3.500 euros en el caso de familia numerosa. «Sin embargo, esos mil euros adicionales sólo los perciben hogares cuyos ingresos anuales no superan los 16.000 euros. Con ese sueldo no puede vivir una familia numerosa. Es decir, el Gobierno lo que ha hecho es conceder una ayuda asistencial para las que lo están pasando muy mal».
Las familias numerosas no piden ayudas, sino justicia y equidad. Holgado explica esta filosofía: «El país precisa un relevo generacional y el único colectivo que lo garantiza son las familias numerosas. Los hijos significan un activo para la sociedad. Aportamos mano de obra, más impuestos indirectos, mayor PIB al Estado... Por tanto, reivindicamos que se nos trate equitativamente a lo que damos. Y no recurrir a actuaciones heroicas de parejas que deciden tener hijos sin ningún apoyo».
Promesas «incumplidas»
Sienten que desde el actual Gobierno reciben una de cal y otra de arena. Si bien el «cheque bebé» es un primer paso, faltan otros compromisos «incumplidos» por el PSOE y que además figuraban en su anterior programa electoral. «El actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se comprometió, en el Congreso de Familias de 2004, cuando todavía era líder de la oposición, a extender la paga de cien euros al mes a todas las madres, trabajadoras o no, e incluso a aumentar esa cuantía», protesta Holgado. A fecha de hoy, ni lo uno ni lo otro se ha visto plasmado en la realidad.
Y es que, si se suma, son muchos los frentes en los que las familias numerosas sienten la desprotección. Las deducciones por hijo a cargo en la declaración de renta se han incrementado, pero «realmente sólo se ha actualizado el IPC de los últimos seis años», matiza.
La vivienda es otro gran paradigma. Casas más grandes para dar cobijo a una densa progenie resultan carísimas. «Familias con uno o dos hijos viven en pisos de 80 metros cuadrados -explica Holgado-. Las numerosas lo hacen en esos mismos pisos o en otros de 120. Cuentan con más miembros, pero los metros no aumentan en la misma proporción».
Las familias numerosas siguen comprometidas en su lucha, haciendo oír sus reivindicaciones. Hoy muchas saldrán a la calle para hacerse valer. Como los dos siguientes casos que han abierto las puertas de sus casas a ABC.
«Abiertos a la vida»
Hoy acuden a una cita ineludible: al encuentro de Colón, «un momento de celebración para mostrar a los ciudadanos, y a nosotros mismos, el gran valor que tiene la familia cristiana para toda la sociedad». Así lo entienden Marta y Ernesto, un matrimonio madrileño que junto a sus cuatro hijos -el mayor de ocho años y el más pequeño de cinco meses- no quieren perder la oportunidad de asistir a una fiesta.
Se trata de un vivo ejemplo de esas parejas «heroicas» que en el día a día se han visto solas para sacar adelante a una amplia descendencia. La primera en sentir las «injusticias» y que las cosas tienen que cambiar fue Marta. Su carrera profesional como periodista en un medio de comunicación nacional se vio diezmada a la hora de iniciar un proyecto de vida familiar. «Los horarios eran interminables. Por eso, opté por una consultora de comunicación con una jornada que me permitiese compatibilizar el trabajo con el cuidado de los niños. Teníamos claro que uno de los dos se debía encargar más de los hijos».
Tiempo para los hijos
Ella dedica las tardes exclusivamente a los pequeños. «Hago los deberes y juego con ellos, vamos a las revisiones médicas...». Lo que se puede permitir gracias a que también se acogió a una reducción de jornada. No obstante, Marta defiende «a ultranza que no es necesario trabajar diez horas para ser un buen profesional, porque va en función de la capacidad y talento de cada uno. Y esto es un cambio cultural que tienen que acometer las empresas: un trabajador satisfecho, valorado y motivado es rentable». Ernesto, delegado en Madrid de una compañía bilbaína, se siente un privilegiado «porque puedo acudir a casa ante cualquier urgencia, ya que trabajo muy cerca, apenas a diez minutos». Y así, día a día superan con sus alegrías y penas los baches de la vida. Reconocen haber perdido poder adquisitivo. «El sueldo se va en comer, en pagar la hipoteca y a la persona que hemos contratado para que nos ayude con los niños. Llegamos al límite a final de mes».
Eso sin contar con que, para ofrecer a sus hijos una educación acorde con sus expectativas, se han visto obligados a buscar fuera de Alcobendas, su lugar de residencia, y dirigirse a Madrid. «Es un colegio concertado y ni siquiera este año hemos podido acceder a las ayudas de comedor porque el nivel de renta es bajísimo».
Ya no se permiten sus viajes, ni sus escapadas de fin de semana. Pero los niños compensan, «suman puntos. Ellos forman parte de la manera en la que nos sentimos realizados como personas y como padres. Gracias a ellos, estamos abiertos a la vida».
Ejemplo de generosidad
«Estamos aquí, existimos, y nos sentimos orgullos de ser como somos». Ese es el mensaje que llevarán Ana y Carlos a Colón. Este matrimonio también irá acompañado de sus cinco hijos, el mayor de 12 años y el más pequeño de 21 meses.
Mantienen la esperanza porque se han percatado de que día a día «existe mayor sensibilidad hacia las familias numerosas», aunque todavía «debe producirse un gran cambio de mentalidad», pues insisten en que las ayudas que recibe este colectivo «son mínimas».
«Por ejemplo, la beca de libros y material escolar sólo ha cubierto el 30% de los gastos para cuadernos, libros, bolígrafos... que hemos pagado este año». Y eso que se sienten privilegiados. Ana es profesora de matemáticas en un instituto y no ha tenido que pedir reducción de jornada laboral ni renunciar a su profesión. Él, administrador de infraestructuras ferroviarias. Los horarios laborales de este matrimonio les permiten atender a los niños. Pero todo tiene un precio: «Aunque ganemos más, somos siete personas, pagamos cuatro colegios y una guardería. Y vivimos en una casa de 83 metros cuadrados con tres habitaciones y una terraza. No nos podemos plantear comprarnos otra vivienda, ni siquiera de protección oficial. Y en ese sentido sí nos sentimos desprotegidos».
Esa generosidad por sus hijos es la que a ellos les da la vida cada día, aunque muchos se sorprendan o les parezca una locura tener tal progenie.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Valores no negociables

Reproducimos artículo publicado por Eulogio López, en la Hispanidad, subrayando aquellas frases que más nos interesa destacar.

El amigo Burke, Edmund para los amigos, aseguraba que “para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. Falta poco para las próximas elecciones generales en España y hay una serie de españoles huérfanos. Me refiero a los católicos coherentes con su fe, entre los que deberían contarse, supongo, los ocho millones que pierden una hora de su día de descanso para hacer algo tan poco popular, y en principio tan poco divertido, como acudir a misa.
El Partido Popular está feliz. No tiene por qué preocuparse del voto cristiano, por dos razones:

1. Por el gran invento de esa estadista luminoso que fue José María Aznar, quien, ayudado por esa otra lumbrera llamada Pedro Arriola, y por un montón de almas laicas, sentenció que “el voto católico no existe” y...
2. Porque las formaciones extraparlamentarias que han tratado de obtener ese voto han sufrido la merma propia de los católicos en el foro: en cuanto se reúnen dos surge una herejía, un cisma o una apostasía. En resumen, una bronca enorme. Entre católicos, ya se sabe, el número ideal de socios es impar e inferior a 3.

Por tanto, don Mariano se puede permitir el lujo de abofetear a los católicos cuanto les plazca mientras se rinde, sumiso y servil, ante ese voto de centro que vaya usted a saber qué es. Porque claro, los católicos tienen que votar al PP, sí o sí.

Y así es como llegamos a la gran paradoja: un país con ocho millones de católicos practicantes y un 70%, unos 30 millones de personas, que se dicen católicos, pero en el que dos partidos que promulgan leyes anticristianas -sí, anti-, como son el PSOE y el PP, se reparten el 85% de los votos. Curioso ¿no?

Ahora bien, ¿qué es una política cristiana? Pues como no nos vamos a poner de acuerdo entre la parroquia, acudamos al Papa. En su carta pastoral Sacramentum Caritatis, Benedicto XVI nos sorprendía con el siguiente párrafo:
“Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas.(230) Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana.(231) Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado”.

¿Ven qué fácil? Vida, familia, libertad educativa y bien común. La vida la han fastidiado por igual PP y PSOE. Éste introdujo el aborto, pero aquel inició la masacre de embriones y potenció en España el aborto químico, con la píldora abortiva y la postcoital. El PSOE se lleva la palma en ataques contra la familia, con el gaymonio y, aún más, con el divorcio express. En educación, el PSOE vende relativismo y el PP liberalismo, el PSOE le cede el poder a los funcionarios y el PP a los empresarios: ambos consideran que creer en algo es una forma de fanatismo y ambos odian el cheque escolar. Respecto al bien común es algo tan concretable como cualquier otra cosa. Ahí el PSOE lleva ventaja al PP, con una apuesta por la subida del salario mínimo interprofesional (SMI), que un católico sólo puede aplaudir con ganas y del que sólo puede surgir una crítica: los salarios bajos aún siguen siendo bajos en España, con ellos es difícil formar una familia numerosa, familia que, en el mundo actual, constituye la marca de fábrica de una existencia comprometida. Y luego salario maternal.

A estos cuatro principios no-negociables, yo añadiría un quinto, asimismo repetido tanto por este Papa como por su antecesor: la libertad religiosa, verdadera piedra angular de las libertades individuales en el siglo XXI.
Ahora bien, decía Einstein que es más fácil romper el átomo que romper un prejuicio. Por tanto, es necesario olvidar las éticas y comprender que las ideologías hace tiempo que transitaron por el crepúsculo y ahora viven en noche oscura; de ellas, sólo queda precisamente eso: prejuicios. Por tanto, lo lógico es que esos cinco principios constituyan un banderín de enganche para quien quiera apuntarse, independientemente de su estación de procedencia. Es igual que venga de la derecha o de la izquierda, del liberalismo o del socialismo, del centralismo jacobino o del nacionalismo soberanista. Si cree en la vida, la familia natural, la libertad de enseñanza, la justicia social -o concreción moderna del bien común- la libertad de culto, los cinco principios no negociables... entonces puede apuntarse a esta agrupación electoral, a esta coalición, modelo Izquierda Unida, donde cada partido, formación o asociación, puede sentirse cómodo... sea cual sea su origen.

Lo que está claro es que los cristianos, o aquellos que crean en esos cinco principios, independientemente de su credo, no podemos perpetuar ese mal menor, que amenaza con ser mayor, el llamado centro-reformismo, es decir, el Partido Popular.
¿Quién se apunta al manifiesto de los 5 principios no negociables?
Eulogio López